lunes, 11 de julio de 2016

Son tan calenturientos los jóvenes, como ilusos los católicos.

La sexualidad es intrínseca al cualquier ser vivo, y es irreal que esta se pueda controlar totalmente, más aún en la edad de la adolescencia, donde las hormonas controlan el cuerpo y sobre todo el comportamiento. Entonces proponer herramientas de educación, anti-concepción y de interrupción (en los casos estipulados por la ley), son la verdadera respuesta.

Freakonomics plantea en uno de sus capítulos como por medio de la legalización del aborto la delincuencia se disminuyo años más tarde, todo porque había un menor numero de hijos no deseados en entornos de pobreza. Eso le sonará inconcebible un católico, pero y entonces qué hace un católico proponiendo la 'pena de muerte' o insinuando limpiezas sociales?

Si en verdad se quiere un impacto social que repercuta en la seguridad de todos, es por medio de políticas públicas alrededor del bienestar, la educación y la salud de la gente, y eso incluye abordar la sexualidad humana, como humana, no como angelical. Es decir no bajo premisas utópicas de restricción, sino desde la educación y las alternativas.